Moverse por la ciudad nunca fue tan fácil. Un par de toques en la pantalla y aparece un coche, un patinete o una bicicleta. Todo parece diseñado para ofrecernos libertad total, para que podamos ir donde queramos, cuando queramos. Pero… ¿qué hay detrás de esta comodidad? ¿Qué precio pagamos realmente por esta sensación de control?
Lo que parece un simple servicio de transporte es, en realidad, una compleja red de extracción de datos. Cada trayecto cuenta una historia: dónde vives, a qué hora sales, qué lugares frecuentas, si te mueves solo o acompañado. Información que, cruzada con otras, puede predecir tu comportamiento con una precisión sorprendente. Como advierte Shoshana Zuboff en The Age of Surveillance Capitalism, el producto no eres tú, sino lo que haces. Y en el caso de la movilidad, eso significa: tus movimientos convertidos en datos valiosos.
🚗💨 Cuando recibes una promoción para tu próximo viaje o desbloqueas un patinete gratis, no es un regalo. Es un intercambio silencioso: tu comportamiento a cambio de comodidad. Cada vez que aceptamos sin leer los términos y condiciones, cedemos más que privacidad: cedemos control. No hablamos solo de estadísticas, sino de algoritmos que aprenden a influir en tus decisiones.
Hoy te recomiendan la ruta más rápida. Mañana podrían sugerirte dónde comprar, qué seguro contratar o con quién compartir el trayecto. ¿Y si el precio que pagas por un viaje depende de tu nivel de estrés inferido por tu móvil?
📍 La movilidad ya no es solo desplazamiento, es predicción. Y no es neutral. ¿Por qué esa ruta y no otra? ¿Por qué ese precio y no uno diferente? Tal vez no sea eficiencia, sino una optimización de ingresos, acuerdos con terceros, test A/B en tiempo real. Lo inquietante es que nunca lo sabrás.
Este fenómeno no solo impacta a las personas. Transforma las ciudades. Las zonas más demandadas reciben más tráfico, el transporte público pierde usuarios, el precio del suelo cambia. Todo según la lógica invisible de una app. Y si se cruzan datos de movilidad con crédito, consumo, salud o emociones, la ciudad deja de ser un lugar compartido y se convierte en una interfaz privada con reglas opacas.
🛑 ¿Es posible otra movilidad? Algunas ciudades —Barcelona, Ámsterdam— ya trabajan en modelos de soberanía digital, donde los datos son de los ciudadanos. Hay cooperativas de transporte con algoritmos abiertos y reglas claras. Pero son excepciones. El verdadero cambio no será solo técnico: será cultural y político.
Porque el problema no es moverse más rápido. Es saber quién decide hacia dónde te mueves. La eficiencia sin conciencia puede ser una forma elegante de perder el rumbo. Y el precio no se mide en euros, sino en autonomía.
📲 La próxima vez que abras una app para moverte por la ciudad, hazte esta pregunta:
¿Estoy eligiendo yo… o está eligiendo el algoritmo por mí?
Feliz Viernes!,
Dani Andreu